La
carne muerta pesa mucho a los vivos y nada al muerto. No llevo bien esa
costumbre de las palabras en la muerte, ese panegírico insustancial, blasfemo,
que solo pretende tranquilizar a los vivos respecto a su futuro sentenciado. No
quiero palabras para mis muertos, no para los míos. Si queréis decir algo,
lejos de aquí, no se os ocurra manchar sus cadáveres con vuestras glosas
estúpidas, con vuestros epitafios de esquela barata. Ni se os pase por la mente
hacer una sinopsis de sus vidas, un memorando de su existencia. Si tenéis
recuerdos, ponedlos en duda, y callad delante mío, o habrá más muertos antes de
tiempo.