El desconocido deja de serlo cuando
se convierte en una imagen fija, en alguien encuadrado en tu cerebro, en una
silueta que tapa el horizonte y no reclama atención especial. Él se sienta
delante con sus libros de derecho, enciclopedias y carpetas de colores sobre
una mesa en la que ocupa al menos el espacio de tres sillas, lee y toma notas,
hace seis años que repite el ritual en la biblioteca pública, cada mañana sin
apenas usuarios a su alrededor, no falla nunca, a ese ritmo debería haber
concluido tres carreras si tal fuera su intención, pero no parece que lo suyo
sea la competición académica, va siempre con la misma ropa, sin excepciones,
limpia y descolorida, atuendo en el que destaca una chaqueta a cuadros
remendada con hilo azul, acarea una destartalada serie de huesos y pellejos
como arquitectura biológica, se gira, sus ojos son afilados y bailones, una
perilla irregular y un pertinaz optimismo brilla en su recorrido facial, coge
del estante un manual sobre cómo construir el futuro partiendo del hecho de que
la justicia es imperfecta en el hombre, la angustia no se resigna a ver escapar
una presa tan fácil, pero él se mantiene feliz en su firmeza erudita sin
propósito aparente, sólo el estudio y la reflexión le interesan, sólo necesita
un cambio de ropaje, un quita y pon para seguir en lo mismo, ahí lo dejo,
reforzando su mente con material reciclado de los libros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario