lunes, 12 de junio de 2017

Juntos.



            Tenemos facilidad para juntarnos. Si hay música, si los actores se mueven por un escenario, si proyectan una mentira o hay una presentación del libro impresentable, si se da una conferencia en día de lluvia o juega el equipo de la ciudad, nos juntamos. En las puertas de los grandes almacenes cuando dicen que rebajan lo que antes subieron, la caterva se codea con ímpetus corporativos. En algunos países se casan a la vez cientos de parejas aprovechando alguna fecha significativa, algún eclipse, o las palabras de un predicador tan sicótico como seductor. En otros sitios se suicidan en grupo para traspasar el umbral del paraíso cogidos de la mano y del cuello. El grupo nos protege de nosotros mismos y una fuerza independiente parece tirar de los individuos. Programación de serie. Obtusos, vemos una verja y sabemos que nos reta a ser traspasada. Un mensaje y se citan miles de personas. Una explanada y necesitamos llenarla. Un apagón, y la jodienda se contagia tras las ventanas. Cuando alguien quiere manifestar su desesperación dice que se siente solo. Las procesiones, los caminos de peregrinos, las urnas, las travesías, las plazas, las cárceles nos sirven para formar racimo. Hoy nos manifestamos por la paz, mañana por la guerra. Hoy saltamos hogueras, mañana apagamos fuegos. ¿Vienes?  Vamos.


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