Como si un bebé se atragantara
dentro de tus pechos, eres trance, y yo un espectador algo confuso, te
retuerces en el asiento del copiloto como una serpiente drogada con su dosis de
sexo amateur envenenándote la sangre, y sé que no me necesitas para ese fragor
de mujer en la hoguera, que escandaliza con sus movimientos pélvicos que juegan
a la peonza, estás como poseída e intento devolverte a la realidad con un beso,
pero me arrancas la piel a dentelladas, dentro de ti los ángeles con diarrea
vuelan en círculo y los budas bailan una jota nudista, empiezo a estar
asustado, a mi glande le han caído mil arrugas en este último minuto, arranco
el coche queriendo dejar atrás tus levitaciones de orgasmo mientras suavizas la
voz y me confiesas tu adicción al amor en salsa verde, esas complicidades tuyas
licencian al oyente en sacerdocio o psicoanálisis, por qué no te callas me
pregunto en silencio, tus confidencias suenan a roto, a esguince del corazón,
contigo la conquista pierde su sentido lúdico, hablas con la habilidad de un
albañil curtido en tapias, escucho la traducción simultánea que me llega de la
profundidad de tus piernas, recorto las distancias para que te calles y te
invito al picadero de mi coche, al primer roce doblas el espinazo en busca del
gusano, al primer beso abres la boca como una trucha fuera del agua, cierras
los ojos y emites gruñidos de ultratumba, da miedo tu forma de amar, de amarte.
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